El Rey Juan Carlos culminó este jueves su viaje oficial a Marruecos con dos actos cargados de simbolismo, la recepción de la llave de oro de Rabat, por vez primera entregada a un jefe de Estado extranjero, y la visita junto a Mohamed VI a un centro de reinserción de jóvenes, donde fue vivamente aclamado.
La satisfacción en el país marroquí por el resultado de este viaje, el primero tras su operación de hernia discal del pasado 3 de marzo y en el que Zarzuela había puesto grandes expectativas, ha sido completa, tal y como reconoció este jueves el propio presidente del Gobierno, Abdelilah Benkirán, tras despedir al Rey en el aeropuerto.
El viaje del monarca deja encaminados varios frentes, económico y comercial, educativo y cultural, que permitirán reforzar la cooperación mutua dentro de la «asociación estratégica» que persiguen los dos países y cuyos objetivos aparecen marcados en una declaración conjunta hecha pública este jueves.
La nota remarca el «excelente estado» de las relaciones bilaterales en todos los ámbitos y explica que Juan Carlos I y Mohamed VI han animado a sus respectivos gobiernos a «seguir trabajando en esa línea para desarrollar aún más este nuevo modelo de vecindad entre los dos reinos».
Tras la difusión del comunicado conjunto, el Rey español acudió al Ayuntamiento de Rabat, donde recibió la llave de oro de la ciudad, un reconocimiento sin precedentes, ya que nunca se había dispensado a un mandatario extranjero.
El acto le sirvió para confesar, en un discurso que también lo fue de despedida, que el viaje le dejará una «huella imborrable» por la «hospitalidad y el cariño con los que me han recibido Su Majestad el Rey Mohamed VI y el querido pueblo marroquí».
Este afecto pudo palparse horas más tarde, cuando acompañó al monarca alauí a inaugurar un centro de reinserción de jóvenes situado en la periferia norte de Rabat, y una multitud de más de un millar de personas le aclamó al llegar y partir, entre gritos, cánticos, música y alabanzas a su anfitrión Mohamed VI.
Los 15 kilómetros que separan la capital de esta población de gente humilde, donde se ubica este centro social, en Buknadel, estaban jalonados de banderas españolas y marroquíes.
«Parece que Mohamed VI ha echado el resto», comentó un miembro de la delegación española al ver el gran despliegue de enseñas, los centenares de marroquíes que querían ver a los dos monarcas y el impresionante dispositivo policial montado en la zona.
La decisión de invitar a Juan Carlos I a conocer este lugar fue adoptada personalmente por el rey marroquí, dentro de un viaje cargado de gestos y en consonancia con el espíritu caritativo y solidario que acompaña el Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes.
Esta visita a Marruecos también ha tenido una faceta muy personal para el Rey de España, porque aunque todavía debe usar dos muletas para caminar dentro del proceso de recuperación de su última operación, ha cumplido a rajatabla una intensa agenda y se le ha visto volcado en responder a las muchas atenciones de su anfitrión.
La última ha sido acompañarle al aeropuerto en el mismo coche en el que ambos se habían desplazado a Buknadel a fin de despedirle en la misma pista en la que le recibió el lunes pasado.
Se dieron dos besos, un apretón de manos y se saludaron cuando don Juan Carlos subió a la aeronave.
El presidente Abdelilah Benkirán expresó allí mismo su satisfacción con la visita, aseguró que los marroquíes están «encantados» con el Rey de España, y reconoció que le daban ganas de llamar «primo» a don Juan Carlos, para el que no ahorró todo tipo de elogios.
A muchos kilómetros de distancia, un testigo privilegiado de estos cuatro días y que tuvo que viajar a Valencia, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, calificaba de «rotundo éxito» la visita y se mostraba «encantado» de que el rey Juan Carlos se haya vuelto a poner «el mono de faena».