Los, Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, iniciaron ayer su visita oficial a México. El avión real de la fuerza aérea española tomó tierra en la capital mexicana a las 10.30 de la mañana (5.30 de la tarde en Madrid). En el aeropuerto Benito Juárez, el presidente López Portillo, su esposa e hija dieron la bienvenida a los Monarcas, a quienes se tributó un cálido y típico recibimiento. Los medios de información de México destacaron ampliamente la llegada de los Reyes de España en sus espacios informativos, en los que también se incluyeron informaciones sobre la situación militar y del orden público en España. Situación que en medios próximos al rey se considera sin inquietud, aunque se sigue con interés.

Los himnos nacionales de España y México fueron interpretados a la llegada del avión real mediante un gracioso y triple sistema: una grabación difundida por altavoces, los sones de una banda de música militar y los rítmicos cornetazos de un escuadrón de la guardia presidencial que rindió honores a los Reyes y que disparó las veintiuna salvas de rigor a la llegada de los Monarcas. El protocolo mexicano es así. «Desprendido y espontáneo», como nos decían sus organizadores. El Rey y la Reina bajaron del avión y se situaron enfrente del presidente López Portillo, esposa e hija mayor, Carmen Beatriz. Escucharon himnos y cañonazos y luego fueron al encuentro para saludarse en un pequeño podium entre los aplausos de cerca de 5.000 personas situadas en un total de trece tribunas portátiles, ciudadosamente alineadas y en las que se encontraban invitados los sindicatos mexicanos, colonia española, Administración, mariachis (un total de diez), y curiosos de, última hora. En el podium, López Portillo pronunció unas palabras de bienvenida, destacando que el Rey es el primer Jefe de Estado que llega de España a tierras mexicanas y haciendo elogio de las raíces hispanas del pueblo de este país que se hizo en el mestizaje. Don Juan Carlos agradeció la acogida, destacó la afinidad existente entre los pueblos de uno y otro país y declaró su «gratitud y la de tantas familias españolas por el recibimiento que en estas tierras obtuvieron, año tras año, todos los que llegaron hasta aquí».

Después de los discursos, don Juan Carlos y López Portillo pasaron revista a las tropas al ritmo de las marchas «zacatecas» que interpretaron los cien Charros de los mariachis llegados al aeropuerto. Luego hubo presentación y saludo de autoridades y, al final, el Rey y el presidente dieron una vuelta al «ruedo» de tribunas entre los vítores de los asistentes (que gritaban al Rey «la porra» mexicana de: «A la vi, a la va, a la bin-bon va, Juan Carlos, Juan Carlos, ra, ra, ra.» El Rey recogía al paso de las tribunas flores y regalos, y, después de saludar a los representantes de la colonia española (algunos con típicos trajes regionales), escuchó un corrido que le dedicaron los mariachis.

Programa y conversaciones

Hasta aquí el simpático espectáculo del recibimiento de los huéspedes reales. Momentos después comenzaba el duro y apretado programa oficial que, para el día de ayer, se resumía así: visita a la nueva embajada de España (que estrena el Rey); ofrenda floral al monumento a la Independencia; inauguración por el Rey del parque del Mestizaje, de la capital; entrega de las llaves de la ciudad en el salón de cabildos de la Casa Municipal, del departamento federal; comida privada de los Reyes de España, a la que don Juan Carlos invitó, fuera de programa, a los presidentes mexicanos; visita al colegio militar y entrega de una bandera española; primeras conversaciones oficiales en la residencia presidencial de Los Pinos, entre el Rey y el presidente, y cena de honor ofrecida por López Portillo en el castillo de Chapultepec (cena que se celebró a las seis de la mañana hora de hoy en Madrid, a las once de la noche en México).

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Paralelamente al programa oficial de los Reyes, las delegaciones políticas y técnicas de uno y otro país iniciaron las conversaciones a media mañana. Conversaciones que encabezan en la delegación española los ministros de Asuntos Exteriores y Comercio, señores Oreja Aguirre y García Díez, y que se extienden desde el campo cultural al comercial, económico, financiero y político. Con prudencia y como un telón de fondo de objetivo de largo alcance, se incluye el debate de la articulación de España en los distintos organismos de integración latinoamericana (el CELA -Cooperación Económica Latino-Americana- y el Pacto Andino). Sin fundamento aparecen las informaciones relativas a una eventual convocatoria de jefes de Estado iberoamericanos, de la misma manera que se matiza que España, más que puente entre América Latina y las Comunidades Europeas (imagen que no gusta en estas latitudes), puede desempeñar cuando ingrese en el Consejo de Ministros de la CEE el papel de aliado y abogado defensor de los intereses de estos países. Por último, todos los diarios afirman que el petróleo será tema rey en las conversaciones y que podrían establecerse nuevos y amplios contratos entre España y México para la compra hispana de crudos, al hilo de los nacientes descubrimientos de nuevos yacimientos del oro negro en este país.