Viene de primera página

El retraso del viaje y la aceleración del proceso OTAN impuesta por el Gobierno han hecho coincidir ambas cuestiones y ello ha producido un efecto político que, de seguro, el palacio de la Zarzuela no desea que se interprete como intencionado. La coincidencia de ambas cuestiones podría ser interpretada por algunos observadores y, sobre todo, por la opinión pública española, como el apoyo de la Monarquía al ingreso de España en la OTAN, tema este que pertenece a la competencia del Ejecutivo y al Parlamento, y no a la jefatura del Estado. Por ello, en ciertos medios diplomáticos de Washington se ha señalado el interés de que la Administración norteamericana y el propio presidente Ronald Reagan no mezclen, en los discursos y actos oficiales, el tema de la OTAN con la visita de los Reyes, porque ello podría provocar reacciones en la oposición española.

Pérez-Llorca-Haig

Otra cosa sería, desde luego, las declaraciones y conversaciones que el representante del Gobierno, José Pedro Pérez-Llorca, realice y mantenga con su homólogo norteamericano, el general Alexander Haig, tanto sobre la cuestión OTAN como sobre la renegociación del tratado bilateral Madrid-Washington, hoy día prorrogado tras el fracaso negociador del verano entre ambas partes, y a la espera o en busca de la OTAN como solución y garantía de seguridad para ambas partes.

En las conversaciones de Gobierno, el ministro español Pérez-Llorca tiene la intención de incluir, una vez más, la cuestión gibraltareña en busca de una presión urgente y efectiva del presidente Reagan sobre su buena aliada, la primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher.

El Gobierno de Calvo Sotelo sabe muy bien que con el acelerón de la OTAN se ha metido en un endemoniado calendario de difícil equilibrio, y para ello necesitará demostrar pronto a la opinión pública española algún efecto o beneficio inmediato del ingreso en la Alianza. Para ello, Calvo Sotelo tiene previsto trasladarse a Londres en diciembre, una vez que el Consejo Atlántico de invierno le haya comunicado la invitación oficial para la adhesión a la Alianza Atlántica y posteriormente a su organización militar integrada. En la capital británica, Calvo Sotelo espera anunciar el final de las restricciones a la Roca y el inicio de una negociación en tres frentes -población, territorio y base militar-, en la que sólo en la cuestión de la base podría obtener algún resultado concreto, mediante la constitución de una instalación aliada en la que España compartiera el mando con el Reino Unido de la zona del Estrecho y dependiendo de las instalaciones hispanas en Cartagena, posibilidad de la que se hacía eco el New York Times del pasado domingo.

Para la Administración Reagan, en plena carrera de armamento y de situaciones estratégicas con la Unión Soviética, la incorporación de España al dispositivo militar de la Alianza constituye un paso muy importante, y mucho más en el momento actual, que está sometido a la inestabilidad polítíca y militar del Mediterráneo por la muerte del presidente Sadat. España es para Washington el puente aéreo natural entre América y Europa, y sobre todo con vistas a un eventual conflicto armado en Oríente Próximo o en el golfo Pérsico. Además es puerta estratégica del Mediterráneo y nudo de transmisiones y comunicaciones de vital importancia para los aliados. Todo ello hace que, por otra parte, se revalorice en un ciento por ciento la operatividad de las bases norteamericanas sitas en España, así como la de Gibraltar, ya que, aunque todas estas tenían una cierta autonomía, a partir del ingreso de España en la Alianza serán doblemente operativas. Es decir, que el ingreso de España en la OTAN (aparte de los discursos sobre el occidentalismo y atlantismo de algunos dirigentes de UCD) constituye un paso importante y una concesión de primer orden a los intereses de Washington y de sus aliados.

El Tratado bilateral y la OTAN

La regociación fracasó porque Washington no daba una garantía de defensa ni frente al Este ni frente a Marruecos, y tampoco ofrecía compensaciones rnilitares y tecnológicas suficientes para Espafia. Washington sabía además que el bloqueo de la negociación bilateral forzaría, como ocurrió, el acelerado ingreso en la OTAN, donde ellos piensan encontrar facilidades en el puente aéreo que la España democrática no podía otorgar fácilmente a la Administración Reagan.

En Washington, el ministro Pérez Llorca volverá a hablar con Haig del Tratado bilateral que ahora quedará (quizá antes de mayo, fecha en la que caduca la prórroga establecida) reducido a un simple ácuerdo suplementario al estilo del que Turquía, país de la OTAN, mantiene bilateralmente con Estados Unidos. Esta negocia ción será, una vez España en la OTAN, simple, y apenas comportará compensaciones a España al nivel de las que Madríd solicitó el pasado verano y que fueron consideradas en Washington como exageradas y tildadas de «la lista de regalos de Papá Noel».

Es bien probable que, en priva do, Reagan y don Juan Carlos mantengan un intercambio informativo sobre ambos temas. Asimismo, el Rey de España, que visitará en Washington la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), se interesará por la política del presidente en Centroamérica, por los intercambios culturales y por la defensa de los estudios de español en el territorio norteamericano.

Por último, don Juan Carlos se interesará por la política de Estados Unidos en zonas de crisis y de especial interés para España, como la del Oriente Próximo, donde Madrid mantíene una posición peculiar frente a las negociaciones de Camp David, exigiendo la participación de la seccíón de la OLP que dirige Yasir Arafat. La vista de Arafat a Madríd, invitado por Suárez, y los efectos que produjo en su momento, son ahora analizados desde otra perspectiva menos agresíva por parte norteamerícana Las revelaciones de Carter y Forá hechas hace días, sobre los contactos secretos que sus respectivas administracíones mantuvieron con la OLP, subrayan ahora que la invitación de España a Arafat no fue un error, sino, más bien al contrario.