Javier Otazu

Rabat, 16 jul.- La empresa española dejó claro hoy que apuesta fuerte por Marruecos como país clave en su expansión internacional y en el que tiene mucho que ofrecer en los sectores en los que es más competitiva, como infraestructuras, transportes, saneamiento o energías renovables.

La presencia hoy en Rabat de 27 directivos de las principales empresas españolas -Iberia, Endesa, Acciona, Telefónica, Gamesa, Repsol o Cepsa, entre otras- junto al rey Juan Carlos puso de manifiesto, más que ningún acuerdo concreto, la credibilidad que el país magrebí ofrece al mundo empresarial español.

Los directivos, junto con los principales hombres de negocios marroquíes de sectores como el inmobiliario, bancario, industrial o agrícola celebraron un foro bilateral llamado «Marruecos-España: un espacio de prosperidad compartida», inaugurado por el rey Juan Carlos y al que acudieron todos los ministros de ambos países de las áreas económicas.

El rey Juan Carlos recordó en su discurso que España, para salir de la crisis, cuenta con una estrategia de expansión exterior en la que los empresarios «trabajan con éxito fuera de nuestras fronteras, exportando bienes y servicios, invirtiendo y ganando importantes proyectos en licitaciones internacionales».

En este sentido, puede ser muy útil el diseño en Marruecos «de una clara visión de desarrollo abierto hacia sus socios internacionales», entre los que España ocupa, por primera vez desde 2012, el primer puesto en cuanto a intercambios comerciales (8.150 millones de euros en 2012), superado sin embargo por Francia en el capítulo de inversiones.

La presidenta de la patronal marroquí Confederación General de Empresas Marroquíes (CGEM), Mariam Ben Saleh, consideró que la empresa española tiene mucho que aportar a Marruecos por dos razones: su cualificación y sus vínculos históricos con Latinoamérica.

Tras ella, intervinieron en el foro varios empresarios por cada país, que expusieron, cada uno a su modo, las razones que apoyan, hoy más que nunca, una mayor interrelación económica entre los dos vecinos del Estrecho de Gibraltar.

El presidente de Acciona, José Manuel Entrecanales fue el primero en intervenir, y subrayó que el éxito económico de Marruecos (5 % de crecimiento medio del PIB en la última década) no es fruto de la casualidad, sino de «un sólido modelo de financiación, licitaciones transparentes y un apoyo decidido del gobierno» por las políticas de liberalización.

Entrecanales citó la planta termosolar de Uarzazate -en la que su empresa, Acciona, está encargada de la construcción-, que se prevé produzca 500 megawatios de energía, dentro de un gran programa nacional que busca en el horizonte de 2020 una generación de un 40 % de la electricidad de energías renovables y que convierten a Marruecos en pionero mundial.

También tomó la palabra Ernesto Antolín (Grupo Antolín), que desde los años 90 cuenta en Tánger con una planta de componentes para automóviles que da actualmente trabajo a 350 marroquíes y tuvo en 2012 una cifra de negocios de 20 millones de euros fabricando asientos de vehículos marca Renault, Citroen o Peugeot, entre otras.

Para Antolín, que aspira a duplicar esas cifras en pocos años, el éxito logrado, superior a sus expectativas, se debe a «la estabilidad política, los acuerdos comerciales firmados por Marruecos, los incentivos a los inversores, la competitividad de su mano de obra y la proximidad geográfica con España».

El presidente de Attijariwafabank, primer banco marroquí, Hohamed al Ketani, animó a los españoles a invertir también en agricultura y sectores asociados, así como en transportes, y recordó que Marruecos se ha convertido en una plataforma de introducción en África negra (concretamente, dijo que su banco ya financia a pymes españolas en diversos proyectos en África del Oeste).

Ketani recordó que en 2012 un total de 19.000 empresas españolas (la mayoría pymes) hicieron negocios con Marruecos, una cifra superior a la que se puede registrar en cualquier otro país.

Como era de esperar, no surgieron en el foro ciertos problemas aún estructurales de la economía marroquí, como la alta informalidad, la excesiva burocracia, la baja cualificación de la mano de obra o la debilidad de los mecanismos de arbitraje, cuestiones que lastran una mayor presencia de inversiones extranjeras.

La idea subyacente era que, al igual que Francia ha sabido aprovechar las relaciones políticas privilegiadas para conseguir un dominio incontestable sobre la economía del país (incluyendo jugosos contratos adjudicados «a dedo»), también España debe aprovechar y sacar réditos económicos al excelente momento que atraviesan las relaciones políticas con el vecino del sur.