Pregunta. ¿Por qué ha tenido que transcurrir un cuarto de siglo para que los Reyes de España hagan una visita de Estado a Marruecos?

Respuesta. Es verdad que la última visita de Estado, que revistió un carácter excepcional, tuvo lugar en 1979, pero el Rey y la Reina de España han viajado a Marruecos en otras ocasiones. Vinieron en 1991; el Rey acudió solo, en julio de 1999, al cumpleaños de mi padre, que Dios guarde su alma, y también vino poco después para sus funerales. Con esto le estoy diciendo que hay una relación, una imbricación, intensa entre nuestros dos países y entre ambas familias reales. Tengo una auténtica admiración por la pareja real española, que encarna para mí lo más positivo de la España actual. Valoro su manera de ser y de actuar, su sensibilidad humana. El hecho de que sean queridos por todos los estamentos de la sociedad española demuestra hasta qué punto la monarquía es popular. He tenido la oportunidad de ir varias veces a España, privadamente y de forma oficial. Viví en La Zarzuela durante cinco días y me sentí como en mi propia casa. Mantengo excelentes relaciones con el príncipe Felipe. Lo único que lamento es no haber podido acudir a su boda. Coincidió con una cumbre de jefes de Estado en Túnez. Además, nuestra tradición dinástica no permite al Rey acudir a bodas ni funerales en el extranjero. Me hubiese gustado, sin embargo, compartir con la familia real y el pueblo esa celebración.

«No hay que trasponer a Marruecos el modelo de las monarquías europeas. Tenemos especificidades (…) que definen el camino que recorreremos»

«Gentes (…) que han convertido los derechos humanos en su negocio particular quieren impedir que trabajemos, que progresemos»

P. ¿Contribuye esta visita a salvar algunas diferencias que ha habido en los últimos años?

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R. No ha habido tales diferencias. Incluso cuando las cosas no iban bien entre ambos países, entre ambos gobiernos, nunca se interrumpió mi contacto con el Rey de España. No sólo para hablar de asuntos conflictivos, sino para tocar temas más agradables. Cuando sentí la necesidad, nunca dudé en coger el teléfono y llamarle incluso en momentos de crisis grave.

P. Tras cinco años de reinado es pronto para hacer un balance. La prensa internacional ha destacado en su activo la introducción de un nuevo código de familia que contribuye a equiparar a las mujeres con los hombres.

R. Los medios de comunicación extranjeros han atribuido importancia al nuevo código de la familia porque era un tema de actualidad y algunos círculos occidentales también le han brindado una buena acogida. Pero no ha sido, ni mucho menos, la única reforma que he emprendido. Las reformas abarcan desde el código electoral hasta el de trabajo, pasando por el realce de la cultura bereber o la reestructuración del ámbito religioso. También quiero decirle que no paso el tiempo recapitulando las reformas que he llevado a cabo. Son muchas. Creo que una reforma debe ser desarrollada cuando ha llegado el momento. Es verdad que el código de familia reviste una importancia particular. La primera vez que, como Rey de Marruecos, me dirigí a la nación hablé ya de la mujer. Dije que era aberrante que la mujer, que supone algo más de la mitad de la población, sea marginada en la sociedad. Es una tarea a la que me dediqué desde el principio, aunque llevó un cierto tiempo rematarla. Era importante lograr un consenso en torno al nuevo código. Si hubiese surgido algún bloqueo, no estaríamos donde estamos. Me agrada que haya hablado del código de la familia y no del código de la mujer, porque no hay que poner a la mujer de un lado y al hombre de otro. En una familia ambos son responsables conjuntamente.

P. Otra iniciativa inédita en el mundo musulmán han sido las comparecencias públicas, que empezaron en diciembre, de víctimas de la represión política del periodo 1956-1999. Contaron en directo, ante las cámaras de televisión, los secuestros y torturas que padecieron. Algunos han señalado que se corre el riesgo de deslegitimar las instituciones sobre las que está asentado Marruecos…

R. El objetivo es reconciliar a Marruecos con su pasado. El pasado forma parte de la historia de Marruecos. Se trata de no olvidarlo. Las comparecencias públicas se desarrollan con dignidad. Estoy convencido de que los objetivos de la Instancia Equidad y Reconciliación

[IER, organismo encargado del resarcimiento de las víctimas] son compartidos por los marroquíes y servirán para labrar el futuro de sus hijos. Tengo total confianza en las personas que están al frente de la IER. Sus iniciativas no están entre las que suscitan la desunión, según dicen algunos, ni provocan resentimiento, como pretenden otros. Sirven para consolidar la monarquía y la democracia en nuestro país y anclarlo definitivamente a los principios universales de los derechos humanos.

Este proceso no arrancó de la noche a la mañana. Fue iniciado por mi padre, que Dios guarde su alma, en 1990 con la creación del Comité Consultivo de los Derechos Humanos. Hubo después la amnistía general de 1994 y, más tarde, se puso en marcha la indemnización de las víctimas. El resto, ya lo conoce. Lleva tiempo, pero lo estamos consiguiendo.

P. Otros consideran que la iniciativa es insuficiente porque los testigos no pueden dar los nombres de sus verdugos.

R. Por supuesto, no estoy de acuerdo. Insisto, no es, en contra de lo que sostienen algunos, una iniciativa que va a partir en dos a Marruecos. No hay jueces ni personas juzgadas. No estamos ante un tribunal. Para nosotros se trata de examinar, sin ningún complejo y sin vergüenza, esa página de nuestra historia. A partir de ahí podremos avanzar en mejores condiciones. Gentes que no guardan relación alguna con el auténtico militantismo, y que han convertido los derechos humanos en su negocio particular, quieren impedir que trabajemos, que progresemos y que respondamos a las aspiraciones de los marroquíes. Creo que ha llegado la hora de cambiar de argumento y decirles: Escuchen, ahora que este problema está siendo aclarado, no tenemos ya ningún complejo en este ámbito.

P. Los países que han llevado a cabo una transición democrática han acabado adoptando una nueva Constitución en la que el poder ejecutivo responde ante el legislativo. ¿Es previsible que Marruecos se convierta en una monarquía parlamentaria a la europea?

R. No. No hay que trasponer el modelo de las monarquías europeas. Tenemos nuestras especificidades y nuestras obligaciones que definen el camino que recorreremos en el futuro. Pero nuestra Constitución no está petrificada. En los últimos 40 años hemos tenido cuatro constituciones y varias enmiendas.

P. ¿Qué ha cambiado en su reinado con relación al de su padre, el rey Hassan II?

R. Probablemente el estilo. Mi padre decía refiriéndose a mí: «Él es él y yo soy yo». Cada uno tiene su estilo, su forma específica de trabajar. Pero lo importante es el objetivo. Se dónde quiero ir. Mi padre, que Dios guarde su alma, también lo sabía y sabía hasta dónde quería llegar. Y ese objetivo sigue siendo el mismo: trabajar para el progreso y el bienestar de Marruecos.

P. Un partido legal con un referente religioso obtiene excelentes resultados allí donde se presenta a las elecciones en Marruecos. Un movimiento islamista, tolerado pero no legal, muestra una gran capacidad de movilización. ¿Es mayoritaria la sensibilidad islamista en la sociedad marroquí?

R. Marruecos no es un país laico. Es un reino en el que el islam es la religión de Estado. Nada de extraño, por tanto, que el conjunto de los partidos políticos, y no sólo uno de ellos, se apoye en esa referencia, aunque algunos lo hacen de manera más pronunciada que otros. A lo largo de los siglos se ha desarrollado aquí un islam tolerante, de apertura y de respeto al prójimo. Este islam está presente en nuestra vida cotidiana. Con los poderes que me otorga la Constitución vigilo que sea perenne. También velo sobre las libertades públicas, de las que soy garante, para que el ámbito político esté abierto a todas las sensibilidades siempre que respeten escrupulosamente las reglas democráticas y los principios fundamentales del país.

P. En algunos países árabes, como en la vecina Argelia, hay grupos integristas radicales violentos. ¿Teme que pueda suceder algo parecido en Marruecos?

R. Creo que es una amenaza no sólo para el mundo musulmán. El riesgo es hoy en día tan elevado en los países europeos como en la orilla meridional del Mediterráneo. Miren lo que pasó en Madrid en marzo. Los atentados fueron cometidos por marroquíes de origen, pero, de hecho, estaban asentados en España desde hace años, tenían papeles, algunos estaban incluso casados con españolas. En resumen, parecían perfectamente integrados en la sociedad española. Hablemos también de lo que sucedió en Holanda

[el asesinato, en noviembre, del cineasta Theo van Gogh por un islamista inmigrante]. El autor es marroquí pero también holandés porque nació, se crió y se educó en los Países Bajos. Holanda era citada como uno de los mejores modelos de integración de la inmigración. Nosotros propusimos a los holandeses enviarles clérigos para ayudarles a que su población musulmana mantuviese una orientación religiosa adecuada. Holanda siempre se negó a ello con el argumento de que, aunque eran marroquíes de origen, se habían convertido en ciudadanos holandeses. No podían, por tanto, permitir a Marruecos inmiscuirse en su vida religiosa, cultural, etcétera. Es una decisión que comprendemos. Respetamos la soberanía holandesa. El terrorismo nos acecha a todos y debemos cooperar para combatirlo juntos.

Es verdad que Argelia ha sido un país especialmente azotado por el terrorismo. He de decir que sus autoridades están haciendo frente con inteligencia a este fenómeno. El problema no está aún enterrado, hay todavía escaramuzas, pero creo que Argelia está en el buen camino para vencerlo.

P. ¿Le preocupa el coste que puede tener para la imagen de Marruecos que personas nacidas en su suelo perpetren atentados?

R. Sí, y es uno de los motivos, junto con la próxima visita de los Reyes de España, por el que acepté conceder esta entrevista. Quisiera que los españoles sepan que comprendo perfectamente que la imagen de Marruecos suscite recelos en la opinión pública después de lo que pasó el 11-M. Alabo la sabiduría con la que reaccionó la sociedad española. Ha sido muy comedida en un momento tan brutal y doloroso. Que los turistas españoles sigan siendo tan numerosos en Marruecos pone de relieve su gran sensatez. Ni que decir tiene que los marroquíes condenan el terrorismo, cualquiera que sea la nacionalidad de sus autores. Pero el hecho de que los atentados fueran perpetrados por personas de origen marroquí ha supuesto para mí y mis compatriotas un gran golpe moral.

P. Después de los atentados que sufrió Casablanca, en mayo de 2003, más de 2.000 personas han sido juzgadas en Marruecos por terrorismo, según el Ministerio de Justicia. Las organizaciones de defensa de los derechos humanos denuncian que la represión estuvo salpicada de excesos. ¿No fue desproporcionada la respuesta?

R. Voy a contestar a esta pregunta con cierto distanciamiento. Hay que comprender que después de lo que sucedió la reacción haya sido un poco exagerada. Sospecho que incluso en España pudo haber, acaso, una reacción en cadena [después de los atentados de Madrid]. Volviendo a Marruecos, no cabe duda de que hubo detenciones arbitrarias. Hemos detectado una veintena. Estos excesos han sido también señalados por ONG y por el Comité Consultivo de Derechos Humanos

[organismo oficial de asesoramiento del Ejecutivo]. Ahora estos casos están siendo examinados por los tribunales. Quiero aprovechar para alabar a las fuerzas de orden público y a la policía marroquí. Son gentes que trabajan en condiciones precarias. No poseemos los medios que ustedes tienen en España. A pesar de esas condiciones, se les ha exigido que estén, después de los atentados, permanentemente movilizados. Hay que tratar a toda costa de que no se reproduzcan hechos parecidos.

P. Con la llegada de un nuevo Gobierno al poder, en abril, la diplomacia española ha modificado su enfoque sobre el contencioso del Sáhara. ¿Qué opina de ello?

R. Quisiera decir, ante todo, que sé que existe un cierto resentimiento, en algunos círculos políticos españoles, sobre el Sáhara, pese a que, quiero también subrayar, el territorio fue recuperado en 1975 de manera legal y pacífica. Deseo que España, que tuvo presencia en el Sáhara, nos ayude de manera constructiva, practicando una política de neutralidad positiva como lo hacen otros países amigos. Es un asunto del que he hablado en múltiples ocasiones con sucesivos gobiernos españoles. Les he instado a ser nuestro socio en la búsqueda de una solución para el problema del Sáhara teniendo en cuenta, eso sí, que el territorio es marroquí. No hay que olvidar que hay saharauis para los que la marroquinidad del Sáhara no ofrece dudas. Ni yo ni el pueblo marroquí aceptaremos nunca ceder la soberanía de Marruecos sobre esas provincias.

P. ¿Qué solución preconiza para el territorio tras la dimisión del norteamericano James Baker, emisario para el Sáhara Occidental del secretario general de la ONU?

R. Para nosotros hay que negociar una solución política. Desde 1996 numerosos países han invitado a Marruecos, y a las otras partes implicadas en el problema, a buscar una vía alternativa al referéndum convencional previsto en el plan de 1991 y cuya inaplicabilidad era ya entonces manifiesta. Hemos aceptado, por tanto, la solución política, que también se llama tercera vía y que consiste en permitir a la población concernida gestionar sus asuntos en el marco de la soberanía de Marruecos. Actualmente, con la mejor fe del mundo, buscamos con la ONU hacer avanzar esa solución política negociada.

P. ¿A qué se debe el incremento de la tensión entre Marruecos y Argelia desde el pasado verano?

R. A grandes rasgos tenemos una buena relación bilateral con Argelia. Hay que tener muy presente que la seguridad de Argelia es primordial para Marruecos. En lo que concierne, por ejemplo, a la vigilancia de las fronteras siempre hemos trabajado conjuntamente para evitar que grupos armados argelinos puedan encontrar cobijo en Marruecos. La relación personal entre el presidente Buteflika y yo es excelente. Dicho esto, hay una gran diferencia entre lo que dice Argelia y lo que hace. No se puede, por un lado, afirmar como un simple miembro de la ONU su apego a posiciones de principio, como la autodeterminación, y, por otro, llevar a cabo una virulenta campaña contra Marruecos siendo parte involucrada en el conflicto. Lo primero es normal, lo segundo no lo puedo comprender. Buteflika, en tanto que presidente de Argelia, y yo mismo, como Rey de Marruecos, debemos trabajar para limar asperezas y tratar de que la relación sea más fluida.

P. ¿Qué tipo de autonomía está dispuesto a aplicar en el Sáhara?

R. Es un tema que estamos negociando con Naciones Unidas y, con tal propósito, he recibido a Álvaro de Soto [representante especial del secretario general de la ONU]. Creo, sin embargo, que es acaso un poco pronto para contarlo a la prensa.

P. ¿Los esfuerzos llevados a cabo en el Sáhara han supuesto un lastre para el progreso económico del resto de Marruecos?

R. Han sido una carga, pero no un lastre. Cuando recuperamos el Sáhara nos dimos cuenta de que no había infraestructuras. Hubo que hacer un esfuerzo especial por razones económicas y, por supuesto, políticas. Algunas provincias del sur han experimentado en pocos años un desarrollo fulgurante, superior al de otras regiones. La economía marroquí en su conjunto ha llevado a cabo un gran esfuerzo para propiciar ese desarrollo. No nos arrepentimos porque era imprescindible hacerlo. Pese a esta dedicación al Sáhara, hemos podido impulsar otras zonas. Hay otros muchos grandes proyectos realizados o en vías de serlo como, por ejemplo, el puerto de Tánger-Mediterráneo [entre Tánger y Ceuta], la red de autopistas, las infraestructuras turísticas, la creación de zonas francas, etcétera.

P. Las detenciones de inmigrantes clandestinos en las costas canarias y andaluzas han caído un 18% en 2004 con relación al año anterior. ¿Cuál es su balance en la lucha contra la inmigración ilegal?

R. Siempre hubo una voluntad de hacer frente a ese problema. La manera de enfocarlo ha evolucionado, en cambio, en los últimos meses. Somos conscientes de que esta inmigración constituye una fuente de preocupación para España. También lo es para Marruecos, porque la mitad de los aspirantes subsaharianos a emigrar ilegalmente se acaban quedando en Marruecos. Es algo que la opinión pública española debería saber. Los diferentes gobiernos españoles han pedido siempre a Marruecos que dé a este asunto la importancia que requiere. Siempre lo hemos hecho. Intentamos, no obstante, actuar con creciente eficacia. Hemos pasado por diversas etapas. La primera ha consistido en incrementar los efectivos de los que disponemos para esa tarea incorporando más fuerzas. La segunda consistió en pasar revista a los diversos dispositivos desplegados y tratar de coordinarlos mejor. Por eso se creó una nueva dirección en el Ministerio del Interior que se ocupa exclusivamente de la inmigración clandestina y los tráficos que lleva aparejados, de personas, droga, etcétera.

P. Las medidas adoptadas han tenido éxito en el norte pero mucho menos frente a Canarias.

R. Es verdad que empezamos por tomar medidas en el Estrecho de Gibraltar, que, hasta hace poco, era la mayor preocupación de los españoles. Ahora la presión migratoria se ha trasladado hacia el sur, en dirección a las Canarias. Hace unas semanas di instrucciones para que el dispositivo en el sur sea tan estanco como en el norte.

P. ¿Qué pueden hacer España y Europa frente a este fenómeno?

R. Hay que trabajar conjuntamente. Desde hace años, mucho antes de que en 2004 se anunciara la creación de las patrullas mixtas, la Guardia Civil, la Gendarmería marroquí y la Marina Real ponían ya en común sus energías. Esta colaboración no se hizo pública, pero dio resultados bastante estimulantes. Hemos pedido siempre a España, y a la Unión Europea en su conjunto, que nos proporcionen los medios necesarios para combatir esa plaga. Ahora carecemos de ellos. Tengo constancia de que actualmente España es un buen abogado de nuestra causa en Europa. Después de todo, es el país mejor colocado para dar a conocer la gravedad de este asunto.

P. Italia propugna crear campos de emigrantes en el Norte de África y Libia se ha prestado a ello. ¿Qué le parece la idea?

R. El problema entre Libia e Italia no se plantea en los mismos términos que entre Marruecos y España. Los flujos migratorios de Libia hacia la costa sur de Europa son menores. Además, entre Libia y la isla italiana de Pantelleria hay entre 50 y 60 kilómetros de mar. Entre nuestros dos países hay 14 kilómetros. Eso significa que el 90% de los aspirantes se sienten primero atraídos por Marruecos. Estamos dispuestos a resolver este problema entre Marruecos y España. Pero en lo que concierne a esos campamentos no creo que contribuyan a solucionar el problema.

P. En octubre de 2001 el embajador de Marruecos en España fue llamado a consultas. ¿Por qué tomó esta decisión?

R. Nuestra relación bilateral con España se deterioró bruscamente entre abril y octubre de 2001. Registramos entonces declaraciones, actitudes y tomas de posición en diversos foros francamente hostiles a la política, la economía y la seguridad de Marruecos. Esta cascada de hechos me incitó a llamar a consultas al embajador en Madrid para atraer la atención del Gobierno español sobre su actitud negativa. En lugar de tener en cuenta que los marroquíes acabábamos de tirar del timbre de alarma, las autoridades españolas fingieron estar sorprendidas y continuaron por la misma senda hasta el estallido del conflicto del islote de Turah

[que los españoles llaman Perejil].

P. ¿Por qué decidió Marruecos en julio de 2002 tener una presencia militar permanente en el islote?

R. Se llegó a decir en España que Marruecos había invadido un territorio español. La retrocesión a Marruecos de las provincias del norte empezó en 1956 y duró hasta 1959. Los españoles se fueron entonces y también salieron del islote. Turah no formaba parte del contencioso histórico sobre Ceuta y Melilla. En los años sesenta hubo incluso fuerzas marroquíes instaladas en Turah y Franco no se inmutó. ¿Es Aznar más franquista que Franco? ¿Por qué volvimos a enviar fuerzas al islote? Porque se nos estaba acusando de no hacer bastantes esfuerzos para acabar con la inmigración clandestina.

Antes de que las tropas españolas invadiesen el islote hubo conversaciones a todos los niveles. La diplomacia española nos garantizó entonces que no se llegaría al conflicto entre nuestros dos países y que se alcanzaría una solución sin recurrir a la fuerza. Marruecos se sintió abofeteado al ver, poco después, cómo había sido tratado. Marruecos se sintió insultado cuando aparecen buques de guerra españoles, helicópteros que cercan y toman por asalto una roca situada a tan sólo 50 metros de la costa para apresar a 11 personas, esposarlas, trasladarlas a Ceuta y devolverlas a las autoridades marroquíes a través de Bab Sebta. Pero quisiera rendir homenaje a Ana Palacio. En general la diplomacia y los cañones no son compatibles hoy en día. La ministra lidió, durante un tiempo, con un asunto muy delicado y que se le escapaba. El tema no estaba en manos de la diplomacia española.

P. ¿Qué ha cambiado para Marruecos entre el anterior y el actual Gobierno español?

R. Lo resumiré en una palabra: confianza. El presidente Zapatero y su Gobierno confían en la seriedad de Marruecos como interlocutor, socio y vecino. Ahora, entre nosotros, se ha restablecido el respeto mutuo.

P. ¿No guarda un buen recuerdo de José María Aznar?

R. No puedo decir eso. Sería demasiado simplista. Cada uno de nosotros trabaja para su país. Es verdad que la relación hubiese podido ser mejor. Es verdad, incluso, que no guardo un recuerdo especialmente agradable. Tuve la oportunidad de reunirme con él antes del conflicto que nos alejó de España. Debo reconocer que entonces tuvimos una relación bastante correcta. Lo que pasó después ensombreció mucho la relación. Quedé profundamente decepcionado por la falta de confianza hacia Marruecos.

P. ¿Perjudicó esta crisis a la cooperación antiterrorista?

R. No. Afortunadamente, los intereses superiores de Marruecos y de España siempre fueron preservados. En lo referente a la seguridad, y más concretamente al terrorismo, la cooperación entre nuestros respectivos servicios nunca resultó alterada.

P. Marruecos ha fortalecido su relación con EE UU mediante un acuerdo de libre comercio. ¿Es compatible con una relación privilegiada con la UE?

R. Por su especificidad geográfica y geopolítica Marruecos no puede estrechar sólo lazos con sus vecinos del norte o del este. Además, Europa se está ampliando al norte y al este. Los marroquíes estamos obligados a no poner todos los huevos en la misma cesta. España, a diferencia de otros países, no se ha pronunciado sobre este acuerdo porque considera que se trata de un asunto de soberanía marroquí. He observado también con agrado que algunas empresas españolas están teniendo un excelente reflejo. Están invirtiendo en Marruecos y utilizando el país como un trampolín para acceder al mercado norteamericano. Qué duda cabe, sin embargo, de que la cultura marroquí es mucho más mediterránea que anglosajona. Por eso no entiendo que algunos círculos en Europa se sorprendan negativamente por este acuerdo con EE UU. Es una iniciativa que complementa, no que sustituye, los anteriores acuerdos suscritos por Marruecos con la UE. Somos un país específico muy comprometido con el Proceso de Barcelona. Después de todo, estamos a 14 kilómetros de la costa de Europa.

P. El presidente Bush ha lanzado un proyecto de democratización del mundo árabe al que llama Iniciativa del Gran Oriente Próximo. ¿Se convertirá Marruecos, como algunos desean abiertamente en Washington, en el alumno modelo de ese proyecto?

R. Recibí, en marzo, al secretario de Estado adjunto, Marc Grossman, en Alhucemas. Vino a exponerme ese plan. Le dije, primero, que no formábamos parte del Gran Oriente Próximo, que no había que meter a todo el mundo árabe en el mismo saco, que Marruecos estaba en el Magreb, en África del Norte. Compartimos muchas cosas con nuestros amigos del Golfo o de Oriente Próximo, pero no estamos confrontados a las mismas realidades. Le dije después que su plan conlleva reformas, pero que nosotros no habíamos esperado a su llegada para emprender aquellas que considerábamos necesarias. Es más, ya hemos hecho muchas y sin su asesoramiento. Le dije, por último, que ese plan no debe ocultar otros problemas. Insta a los países a evolucionar, pero muchos de ellos no pueden hacerlo mientras subsistan conflictos como el palestino y ahora el de Irak. Sería un error tratar de imponer un modelo. Dicho esto, tenemos una excelente relación con EE UU, país amigo. Pero no por ser amigos se debe evitar decir las cosas con claridad.

Mohamed VI, en el jardín de la residencia de Ouarzazate. BERNARDO PÉREZ